A un vecino en mi localidad le
gusta mantener iluminada la calle. Además del farol de la compañía eléctrica él
mismo se sube en su escalera para colocar los bombillos, que otros le suministran,
en los portales de las viviendas. Hoy fui a su casa muy temprano para entregarle 2
bombillos de 100 watts. Mi sorpresa es que su esposa me abrió la puerta y
cuando le di los bombillos los miró con incredulidad y me dijo que sólo recibía
de 200 watts.
En mi asombro, le pregunté si los tomaría o no, ella me los
devolvió y pensé en un refrán popular: “a caballo regalado no se le mira el
colmillo”. Luego, le volví a insistir que esos bombillos eran los que yo había
comprado para colaborar con la iluminación de la calle y que la decisión de colocarlos era
de ella. Se paró en el umbral de su casa y cambió su semblante cuando le dije
que de todas formas se los regalaba y que no disponía de tiempo para regresarlos
a la tienda para cambiarlos por otros.
A pesar de toda esta
conversación, antes de retirarme me indicó que la próxima vez
recuerde que sólo recibe de 200 watts. Creo que no pasará.